La Virgen de los Pantalones

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Este hecho, que algunos consideran leyenda, se refiere al hecho fundacional del santuario de la Virgen del Buen Suceso. Virgen, santuario y romería han ido tejiendo, a lo largo del tiempo, multitud de historias,leyendas, acontecimientos y curiosidades cuyo hilo conductor sería bueno e interesante rescatar. Este que cuento ahora es poco conocido.

El escrito que lo dibuja brevemente sitúa el hecho en los últimos años del siglo XIX. Y habla de un tal Jerónimo Díez, al parecer residente -no especifica si natural- en un pueblo de la comarca, que tampoco menciona.

Aunque estoy en condiciones de afirmar de cuál se trata, la falta de seguridad absoluta recomienda el silencio. Lo que sí es cierto es que Jerónimo visitaba con frecuencia nuestro santuario, según el testimonio unánime de amigos y conocidos. Y que lo hacía con aparente devoción y recogimiento.

Un buen día, sin embargo, ocurrió que, según él mismo confesó en sus últimos momentos, ofuscado por no sabe qué malsanas aspiraciones, decidió llegar hasta el lugar donde devotos y romeros depositaban, desde el exterior y por un ventanuco de piedra, sus limosnas. Como desde el exterior él no podría articular los movimientos y debería realizarlos, además, a la vista de posibles transeúntes, decidió saltar la verja para llegar al depósito o cepillo con mayor facilidad.

Y así lo hizo, por el centro de la verja, por donde menos dificultades había. Y consiguió su objetivo inicial. Al volver a saltarla, ya en el último intento, uno de los hierros laterales y verticales que finalizan en puntas de lanza protectoras, rasgó, inexplicablemente, pantalón y carne de Jerónimo Díez, que quedó atrapado. Los movimientos hacia el exterior se hicieron imposibles. Sólo notó movilidad cuando intentó retornar hacia el interior.

Llegó a casa absolutamente desconcertado por lo ocurrido. Lo primero que hizo fue cambiar de pantalón. Pero el nuevo dibujó, increiblemente, los mismos jirones que el usado en el robo -o el intento- de la ermita.

Cualquier pantalón que pretendiese poner aparecía inmediatamente con el roto en la parte lateral derecha y trasera, roto que comprobó desaparecer cuando se acercó a la ermita.

Entendió la señal y la culpa. Y permaneció -murió apenas dos años después de lo narrado- hasta el fin de sus días, vinculado a los edificios anexos al propio santuario, concebidos esencialmente con una finalidad social.

De caracter jovial, aunque un poco reservado, habló, al parecer, poco del hecho. Sólo en los últimos momentos de su vida. Y poco. Si alguien se atrevía a preguntarle por la causa de su aparente extraña situación, se limitaba a sonreír y añadir sencillamente:

-¡Cosa de la Virgen de los Pantalones!.

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